Revista Cero

LABVA un espacio de exploración de biomateriales a partir de necesidades locales

LABVA es un laboratorio de biomateriales ubicado en la ciudad de Valdivia. “Modelamos la abundancia de nuestro territorio”; así señala una de sus premisas. Se han planteado el desafío de crear una paleta biomaterial heterogénea, diversa y con denominación de origen asociada a las materias primas, naturales y/o de desechos antrópicos, que se encuentren en el entorno. La metodología de diseño que utilizan está basada en la biodiversidad, es decir, generan biomateriales surgidos del cultivo de organismos (giy – Grow it Yourself) como de recetas de cocina (ciy – Cook it Yourself) para el desarrollo de nuevas materialidades.

Entrevista: Textos Jenny Abud Reseña Laboratorio de Biomateriales de Valdivia LABVA, es un colectivo de diseñadores ubicados en Valdivia, los cuales utilizan la metodología de Diseño Basado en Biodiversidad, generando biomateriales que surgen tanto del cultivo de organismos (GIY - Grow it Yourself) como de recetas de cocina (CIY - Cook it Yourself) para el desarrollo de nuevas materialidades.

Fotografías: Fotografías Archivos LABVA Infografía LABVA Entrevistadas María José Besoain y Valentina Aliaga

@somoslabva

¿Cuáles son los orígenes y principios del laboratorio de Valdivia? 

-María Jose:  Esto comenzó hace más o menos cuatro años, cuando decidimos hacernos cargo de una cocina de un edificio antiguo en Valdivia. Ahí estábamos relacionados con los alimentos, queríamos desarrollar una especie de cocina comunitaria, eso era algo que nos llamaba mucho la atención. Después todo fue derivando a un ámbito más de diseño. Con Alejandro, mi pareja, nos fuimos de Santiago rehuyendo de nuestras prácticas en general, de la arquitectura, intentando darle una vuelta a lo que estábamos haciendo, acercarnos a las cosas que nos apasionaban. Acá conocimos a Valentina, que también era de Santiago y con ella empezamos a armar este espacio, más cercano a lo cultural. Todo fue derivando hacia la materialidad, sobre todo desde el trabajo con los fermentos. Esa fue nuestra entrada a los biomateriales y ahí comenzó a tomar forma la reutilización de ciertos desechos, la economía circular. Más tarde consolidamos lo que fue un laboratorio de cocina dirigido a experimentar con nuevas materialidades. El enfoque fue cambiando poco a poco, nos comenzamos a vincular con el territorio, entender la naturaleza de ciertas materias primas y darnos cuenta de la abundancia que existe. Comenzamos explorando lo local para llegar a lo endémico. 

¿Cuál fue el hito que les incitó a explorar el carácter endémico de lo que trabajan? 

-MJ:  Fue cuando nos aproximamos a entender estas materialidades. Nosotros pudimos ver las materialidades siendo testeadas por personas en el laboratorio de la Universidad Católica. También fue importante entender los elementos desde sus potenciales materiales, quizá nace todo ahí, desde Fernán Federici, profesor de esa universidad; él es uno de nuestros colaboradores y ha estado promoviendo la incorporación de la biología en áreas como el diseño y el arte. 

¿En qué se diferencia su laboratorio de otros proyectos? 

-MJ: Lo primero que nos diferencia, es cómo nos vinculamos con las materialidades y con nuestro territorio, intentamos que esa conexión nunca se pierda de vista. Intentamos siempre entender el material desde su origen, hacer esa conexión con el territorio, así no se vuelve genérico. Si notamos que todo esto resulta ser muy forzado, dejamos las experimentaciones en pausa, hasta que logramos percibir nuevos vínculos. La idea es que el recorrido del territorio tenga sentido, que permita revelar conocimientos ancestrales del lugar. Esto no siempre se logra, pero sí hay materiales que tienen líneas completamente desarrolladas en ese sentido y otros que están en etapas de experimentación, sin la carga del territorio. 

-Valentina: En nuestro caso existe un ímpetu de estar conectados con la abundancia que nos rodea, y con las especies endémicas que de alguna manera están a nuestro alrededor, para sacarles provecho. Este proyecto se instala en este territorio con la idea de trabajar desde lo local; todos apuntamos a lo mismo y eso logra construir una gran red interconectada de iniciativas, que se caracterizan por ser colaborativas.

¿Qué pasa con el laboratorio a partir de esta idea circular?, ¿vuelve, retorna,se valida a partir del acto autoral? 

-V: Dentro del ejercicio que desarrollamos, nuestra idea principal es que la exploración de biomateriales obedezca a las necesidades locales, solo así tendrán sentido. Siempre hay cosas que pierden su sentido inicial al momento de trasladarse a otro territorio que no responda a las mismas necesidades, por ejemplo, o que no tengan abundancia de ese material. Es una especie de mapeo que se debería hacer al trabajar con materias primas determinadas. Todo esto se conecta también con el tema de las técnicas; dentro de los procesos nos interesa conectar con esos conocimientos y al mismo tiempo generar relaciones con las comunidades. Hay otro factor que influye mucho en la exploración biomaterial que hacemos y tratamos de considerar, es el tema de la emocionalidad que producen los materiales y con ello, la conexión emocional que somos capaces de crear al proponer un nuevo material, que tiene un sentido de origen, que responde a ciertas cotidianidades, o incluso a cosas que están presentes en el entorno. Creemos que los nuevos materiales deben hacerse cargo de esa conexión. No solo está en la materia prima, sino que también en las tradiciones que se pueden conservar. 

-MJ: Generar un nuevo material implica que aprendamos a trabajarlo; eso significa usar técnicas que son parte de otros oficios, pero finalmente el material es en sí otra cosa. Es decir, hay que elaborar una técnica para ese material y por eso tiene sentido trabajar con diferentes visiones, a partir de variados campos. Con respecto a la emocionalidad, nosotros luchamos para que los objetos no se desechen, queremos que el material derive en un objeto que sea valorado y que pueda durar la mayor cantidad de tiempo, para que se pueda compostar sin problemas. Es traspasar al consumidor una materia prima y que se haga cargo de ella. Algo que nos separa de otras dinámicas es que lo biodegradable no es nuestra prioridad, lo esencial es que se genere una conexión emocional, de cierta manera, así se dejará de generar basura. 

¿Cuál es la fortaleza de estar en la región?, ¿Este proyecto hubiera funcionado de la misma manera en Santiago, por ejemplo? 

-MJ:  En cada lugar es diferente porque se tienen necesidades diferentes. En Valdivia se da una dinámica interesante, porque es una ciudad de escala relativamente pequeña, en la que se puede acceder fácilmente a la naturaleza. Eso hace que nuestro foco esté en la biodiversidad. En Santiago es diferente porque se generan más desechos y por lo tanto, ese es el foco. Por otro lado, Valdivia es una ciudad fuertemente científica, gran parte de la comunidad es capaz de reconocer especies vegetales, por ejemplo; este tipo de desarrollo permite que se realicen conexiones más directas. 

¿Les ha costado educar a las personas en torno a la conexión emocional? 

-MJ: Se recepciona bastante bien debido a que hay un componente que tiene que ver con lo regional. Desde Santiago nos han preguntado muchas veces cómo hacer escalar este proyecto y enviarlo a Europa. Ahí es donde hemos tenido más choques, al momento de explicar por qué no sería favorable enviarlo. En cambio, desde la región, esto se entiende mucho más rápido, la gente lo comprende. 

-V: Hay un factor que es interesante al momento de trabajar con organismos vivos, y es la parte educativa, donde se intenta visibilizar ciertos procesos colaborativos que ocurren a microescala. Son conocimientos ancestrales; además, está la disposición de trabajar colectivamente con diferentes especies, entendernos como parte del proceso de diseño junto con otras especies. Para nosotros es importante hacer cambiar la visión que tienen las personas en torno a nuestra labor, por ejemplo, hacerles entender que cuando algo se pudre no es el fin, sino el inicio, en el fondo, es una transformación.

 

«Hay un factor que es interesante al momento de trabajar con organismos vivos, y es la parte educativa, donde se intenta visibilizar ciertos procesos colaborativos que ocurren a microescala. Son conocimientos ancestrales; además, está la disposición de trabajar colectivamente con diferentes especies, entendernos como parte del proceso de diseño junto con otras especies. Para nosotros es importante hacer cambiar la visión que tienen las personas en torno a nuestra labor, por ejemplo, hacerles entender que cuando algo se pudre no es el fin, sino el inicio, en el fondo, es una transformación».

 

¿Cuáles serían dos o tres proyectos emblemáticos o materiales que definen mejor la historia del laboratorio, esta idea de la descentralización y la conexión con el territorio, que además desmitifican algunas ideas que se tienen con respecto a la materialidad?

-MJ: Uno de los más relevantes para nosotros es el textil de maqui. Yo creo que logramos tener conciencia de una mayor cantidad de partes del proceso, lo que nos permite decir con cierta propiedad que es algo bueno para el medio ambiente, para otros seres humanos y para generar biodiversidad en términos materiales. Nosotros tomamos prestada información que venía de procesos ancestrales y también está la diseñadora Suzanne Lee, que comenzó utilizando la celulosa bacteriana para aplicaciones textiles. En su caso deriva de la fermentación del té. En el nuestro no nos hacía mucho sentido usar el té como insumo, porque estábamos en el proceso de intentar entender las abundancias locales y de generar una autonomía y soberanía sobre ciertas producciones. Buscamos reemplazar el té por medio de algo local, abundante y totalmente natural. Así llegamos al maqui, que actualmente se considera un superalimento y tiene un alto nivel de exportación. Su característica esencial es que los mapuche lo tenían y tienen como parte de su dieta diaria, es una tinta natural y además, un producto medicinal. El árbol además de tener esta generosidad en términos culturales, también tiene una importancia ecosistémica, ya que sienta las bases para el bosque nativo; es bonito en ese sentido, porque se implanta en territorios degradados y logra mejorarlos con su abundancia. Por otro lado, tenemos lo más técnico, que es el biocerámico de huevo, ahí la materialidad es la cáscara de huevo, un desecho domiciliario que está al alcance de cualquier persona. Este producto nos ayuda en este traspaso hacia lo educacional, debido a que es algo que se puede trabajar en los colegios y con emprendedores, gracias a su fácil acceso. El material nos da muchas posibilidades a nivel de resolución de calco y moldaje, se puede llegar a detalles nimios. El salto que dimos en este último tiempo fue pensar nuevas formas de trabajar este biocerámico, que no fuera en un molde básico. Intentamos pensar el material desde otros soportes o sistemas de producción. Así trabajamos con Heidi Jalkh, ceramista argentina y amiga nuestra. Con ella quisimos generar una colaboración y pensar nuevas maneras de modelar este material. 

El sistema de pasar de la materia prima a un nuevo material, ¿se puede realizar de una manera casera o siempre hay que estar insertos en un laboratorio?

-V: Al menos en su fase inicial de prototipado, muchos de los materiales responden a una lógica de cocina, porque los iniciamos ahí y por eso siempre hablamos de una cocina laboratorio. Lo que puede ser un poco más complicado de trabajar son los hongos, porque hay otro tipo de protocolos, de esterilización, por ejemplo, pero en general, cuando hablamos de biopolímeros, como el almidón de papa, son cosas que perfectamente pueden derivar del mismo proceso de la cocina. Creo que uno de los grandes valores que tiene este mundo, es la capacidad de poder adaptarse a formatos más low-tech, sobre todo para incentivar a la gente a aprender estas técnicas y comenzar a explorarlas, porque esto también nace de la especulación —estamos, de cierta manera, cocinando—. 

¿Para ustedes dónde comienza la creatividad, cuál sería el acto creativo y cómo la comunidad puede ser un agente en torno al tema?

-V: Creo que los actos creativos están en todas las etapas. Uno debería partir desde la idea de no tener una idea final. Es importante poder identificar si se está cayendo en un lugar común. Este es un ejercicio que se ve mucho en estudiantes, el hecho de comenzar a observar cosas dentro de los mismos procesos productivos que nos rodean, tener en cuenta dónde se puede insertar el material y por ende, su naturaleza. Hay una práctica que es clave y es intentar proponer algo desde la naturaleza del material y no tener una idea de querer mejorar algo: así se estaría forzando un producto. 

-MJ: Se está planteando que el material tenga sentido y que no caiga en las mismas problemáticas que generan otras industrias. La creatividad está hasta en el modelo de financiamiento de las cosas.

¿Qué se viene para más adelante en el laboratorio?, ¿hay algún proyecto? 

-MJ: Estamos comenzando a cuantificar lo que generamos y cuánto podemos producir, además de ver si nuestro trabajo está ocasionando algún problema medioambiental o no es sustentable. Queremos ver esto antes de escalar, por eso estamos en un proceso de consolidar esta microfábrica; estamos testeando el producto y también nuestro discurso. Próximamente iremos a hacer una residencia a Japón, donde podremos obtener más conocimiento en torno al tema de la fermentación y de sus procesos.

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www.labva.org

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Tejiendo telar microscópico

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