Revista Cero

¿DÓNDE ESTÁN?

Juegos del lenguaje y tipografía

Entrevista: Autor Roberto Osses. Reseña diseñador, tipógrafo y docente de la Carrera de Diseño, FAU, Universidad de Chile. Autor de las publicaciones Una fuente de luz, Orígenes de la tipografía en Chile, Amor (y diseño), entre otras.

Fotografías: Libro “Afiches. Resistencia, cultura y solidaridad. 1973 – 1990”, publicado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y editorial Ocho Libros.

Deberíamos tomarnos muy en serio el lanzamiento de un libro. Un libro no es solo un libro, es más. Pero entonces, ¿qué es un libro? ¿Es texto, relato y narrativa, o es más bien un producto cultural con el que se interactúa a través de los sentidos? ¿Un texto y un libro son lo mismo? Para el filósofo francés Roger Chartier, la textualidad del libro y materialidad del texto, son dos aspectos profundamente interconectados, entrelazados e inseparables (1), dos sucesos que habitan el libro y que al mismo tiempo lo constituyen. Plantea que la compresión cabal de su historia solo es posible si contemplamos tanto sus procesos de producción y circulación, como las prácticas de lectura (2). Un todo, en donde la materialidad excede al sustrato, la encuadernación o la tipografía. La circulación comienza cuando un libro se expone a sus lectores. El tradicional rito de presentación a la comunidad, es un paso fundamental para el texto consumado como libro.

Recientemente fue presentado el libro Afiches. Resistencia, cultura y solidaridad. 1973 – 1990, publicado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y la editorial Ocho Libros (3). La investigación estuvo a cargo de la curadora Soledad Aguirre, quien además de realizar una excelente recopilación de carteles, elaboró un relato claro y bien documentado que acompaña las imágenes a lo largo de toda la edición. La escritora y crítica Diamela Eltit participó también de esta obra aportando el prólogo que la inaugura, y en el momento del lanzamiento, procedió a leer dicho texto. Lo interesante de escuchar la voz de la autora o autor de un texto, es que se accede a detalles que la palabra impresa a veces no alcanza a manifestar; el tono y la gesticulación, por ejemplo, nos permiten saber cuáles son las frases del escrito que cargan con mayor pena, rabia o esperanza. Las tonalidades de quien habla y sus expresiones faciales profundizan y otorgan —nuevos— sentidos al texto. Si dicho relato se sitúa concretamente dentro de una obra específica, entonces ese tono y esas gesticulaciones son constitutivas de esa edición; son el libro.

La última frase del prólogo del libro referido fue leída a viva voz y con marcado énfasis por su autora:

Esa pregunta final no es solo una pregunta, es la pregunta. La conocemos. Pero ¿la comprendemos? ¿Qué ocurre si la analizamos?, ¿si la descomponemos?

¿Qué es “dónde”? ¿Qué es “están”? Hablamos del lenguaje.

Ludwig Wittgenstein (1889-1951), fue un matemático, lingüista y lógico austriaco, conocido por su filosofía del lenguaje. Entre sus obras destacan como las más importantes el Tractatus Logico-Philosophicus de 1921 y las Investigaciones filosóficas, publicada de forma póstuma en 1953. Sobre este último libro podemos apuntar como dato clave, que en 1999, el filósofo y dramaturgo Douglas P. Lackey publicó una investigación que involucró a casi quinientos profesores de filosofía de los Estados Unidos, para definir cuál es la obra filosófica más importante del siglo veinte. El libro póstumo de Wittgenstein quedó en el primer lugar superando incluso a Ser y tiempo de Martin Heidegger.(5)

Wittgenstein intentó en el Tractatus trazar los límites de la “expresión del pensamiento”, y planteó que dicho límite, “sólo podrá ser trazado en el lenguaje”.(6) Lo que buscaba en su escrito, se puede decir, era establecer los límites de nuestro lenguaje, para que a partir de eso, pudiésemos conocer los límites de nuestro mundo objetivo. Comprender lo que está adentro nos ayuda también a saber qué es lo que queda afuera; nos permite mirar con cierto grado de nitidez aquello que está más allá de ese mundo objetivo en el que habitamos. Si nuestro lenguaje fuera una amplia caja con piezas de lego, que sirvan para armar las figuras que se nos ocurra crear, lo que Wittgenstein intentó en este libro fue examinar escrupulosamente las diferentes piezas disponibles, para entender su funcionamiento y posibilidades, para saber cuáles son los límites, qué es lo que no podríamos armar. 

 

«[…] un conjunto de detenidos desaparecidos nos invocan y nos convocan en una idéntica pregunta: ¿Dónde Están?»(4)

 

(1) Roger Chartier, “Materialidad del texto, textualidad del libro”, Orbis Tertius: revista de teoría y crítica literaria, 11(12) (2006): 1.
(2) Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Historia Social, 1992, I, http://www.jstor.org/stable/10.2307/ 40340281.
(3) Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Afiches. Resistencia, cultura y solidaridad. 1973-1990, ed. Soledad Aguirre (Santiago: Ocho Libros, 2021).
(4) Diamela Eltit en: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 9.
(5) Douglas P. Lackey, “What are the modern classics? The Baruch poll of great philosophy in the twentieth century”, Philosophical Forum, 30(4) (1999): 329–46, https://doi.org/10.1111/0031-806X.00022.
(6) Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus. Investigaciones filosóficas (Madrid: Gredos, 2017), 5.
(7) Wittgenstein, 103.
(8) Wittgenstein, 99.
(9) Wittgenstein, 100.
(10) Wittgenstein, 128.

 

En Investigaciones filosóficas surgen los planteamientos que más vienen al caso. “Nombrar algo es similar a fijar un rótulo en una cosa”(7), dice el autor. Ese rótulo se enseña y se traspasa de generación en generación, en principio valiéndose de señales elementales, como apuntar algo y nombrarlo. “El niño emplea esas formas primitivas de lenguaje cuando aprende a hablar. El aprendizaje del lenguaje no es aquí una explicación, sino un adiestramiento”.(8) Todas estas acciones van conformando un rotulado universal, como en una tienda de retail o un supermercado, cada objeto del mundo porta una etiqueta que indica su nombre: semáforo, vereda, automóvil, bicicleta, etc. Lo interesante de estas etiquetas o rótulos es que una vez que las recordamos y comprendemos, las comenzamos a utilizar en un entramado amplio, complejo y diverso. Podemos incluso transgredir su significado original, jugar con las reglas dadas en el proceso de instrucción inicial. Estas ampliaciones y diversificaciones de los significados de las palabras forman parte de lo que el autor llama juegos del lenguaje. “Llamaré también ‘juego de lenguaje’ al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido”(9), dice Wittgenstein. El juego entonces es todo, porque el lenguaje se constituye de reglas y lo que hacemos es jugar con esas reglas. Veamos un ejemplo.

Si nos dirigiéramos a las zonas costeras de Chile, encontraríamos ciertos entornos, conformados por arena en el suelo, en donde revientan las olas del mar y las personas acuden a descansar y tomar sol. La etiqueta o rótulo en ese caso diría: playa. Por otro lado, si un joven habitante del país, que estuviera descansando, relajado, mirando la televisión y bebiendo una cerveza, le comentara a su amiga acerca de cómo se siente, podría decir: estoy playa. Ahí emerge el juego, se cambiaron las reglas y el sentido de lo dicho, y su amiga comprendería lo que él quiso decir, e incluso, quizá con mayor profundidad. 

Los cambios en las reglas logran ser interpretados e incorporados. Los juegos del lenguaje pueden surgir en la interacción con la otredad, pero no es condicional. Hay juegos que se juegan solo, “piensa en los solitarios”(10), dice el autor, o en un niño saltando la cuerda o una niña lanzando una pelota al muro y esperando que regrese. La metáfora más clara que provee Wittgenstein en su libro, es jugar con una pelota entre dos personas toda la tarde en un parque, en donde el balón se lanza de un lado a otro, y las reglas van cambiando sin mediar acuerdo explícito. Esas alteraciones incluso así son comprendidas e incorporadas, y esto resulta divertido.

¿Dónde Están? ¿Cómo se interpreta e incorpora esta pregunta? Para interpretar nos valemos no solo de las palabras, también del contexto, la entonación y las expresiones no verbales, a saber: miradas, gestos faciales, movimientos del cuerpo y de las manos, todo aquello que para Wittgenstein cabe dentro de las formas de vida.(11) ¿Qué ocurre entonces cuando la pregunta está impresa? ¿Dónde queda el contexto, el tono y los gestos?

Tratando de comprender cómo interpretamos la pregunta, realicé tres pequeños experimentos. Dictando clases a distancia, al iniciar la sesión y sin haber tenido ningún tipo de interacción con las y los estudiantes que se conectaban, escribí en el chat: ¿Dónde están?, para luego consultarles si es posible que alguien explique a qué me refiero con la pregunta. La primera respuesta fue: “Se refiere a los compañeros que no han ingresado”. La segunda estudiante dijo: “Creo que se refiere a los detenidos desaparecidos, profesor”. La mayoría apoyó la segunda opción. Luego de esto me dirigí al buscador de internet y coloqué la pregunta en la categoría libros. Lo primero que me arrojó fue un libro infantil para aprender a señalar objetos y lo segundo, una publicación acerca de vida en otros planetas. Como tercera prueba escribí la pregunta en el buscador de videos de la internet, teniendo como resultado que la primera, segunda y tercera opción, correspondieron a canciones de música urbana. La diferencia entre los tres experimentos es que solo en el primer caso, se generó un marco común de formas de vida, lo que permitió que en la interacción el juego del lenguaje pudiese ser interpretado.

Es realmente doloroso y muy triste, que la pregunta se siga comprendiendo, porque ha transcurrido casi medio siglo desde los hechos que la suscitaron; eso quiere decir que este rasgo aún se mantiene en nuestra forma de vida, y es que, en realidad, ese rasgo es una herida profunda, una cicatriz que se abre y que no solo alteró la forma de vida previa, la cambió completamente, a tal punto, incluso, que hoy la viven personas jóvenes que no habían siquiera nacido cuando recibimos aquel golpe. Entendemos el juego porque compartimos el dolor y la marca sigue presente.

Este extracto corresponde al Bando Nº 32, un decreto de ley emanado de la Junta Militar de Gobierno el viernes 14 de septiembre de 1973. Es solo una de las tantas deleznables acciones que se emplearon para la represión y que terminaron modificando irrevocablemente nuestras formas de vida. Desde ese momento —dice Soledad Aguirre—, “los afiches son considerados instrumentos que atentan contra el nuevo orden”.(13) Se impone —profundiza luego—, “la censura de imágenes y textos, con el fin de ‘restaurar’ la institucionalidad quebrantada y moldear el imaginario nacional a través del control de la información y la primacía de símbolos patrios tradicionales”.(14)

Los familiares y amistades de quienes estaban siendo secuestrados y no aparecían comenzaron a elaborar “afiches realizados a partir de fotografías ampliadas de los rostros de las personas que estaban buscando”(15) y “con el paso de los años, incorporaron las consignas ‘¿Dónde están?’, para casos de desaparición o ‘Verdad y justicia’ para aquellos de ejecución y asesinato”,16 plantea Aguirre.

Cuando la pregunta ¿Dónde Están? se encuentra impresa en un afiche, logra preservar ciertas cualidades que podríamos entender como contexto, tono y gesticulación. Hay un juego y por tanto hay ciertas reglas que somos capaces de interpretar. El contexto podría estar dado por el afiche mismo (en tanto objeto) y también por los muros en los cuales se disponía. La gesticulación por las imágenes y su retórica, la cual emerge con fuerza desde las técnicas empleadas: fotocopias e imágenes de alto contraste. En el tono hay algo muy interesante, pues se trata, cuando la pregunta está impresa, de lo más sutil. El tono del lenguaje impreso está en la tipografía.

En 2005, el profesor austriaco Hartmut Stöckl, especialista en lingüística aplicada, publicó una acuciosa revisión histórica de diferentes autores que han utilizado la metáfora de “cuerpo” y “vestimenta” para los tipos de letra, concluyendo que el “cuerpo” corresponde a una condición material de cualquier texto y la “vestimenta” a las cualidades de voz y entonación de dicho relato.(17) Investigadoras especializadas en tipografía como Sue Walker, le otorgan además atributos de carácter teórico e histórico a la tipografía en el lenguaje,(18) y autores como Bringhurst, definen a la tipografía como un arte encargado de “dotar al lenguaje de una forma visual duradera y por tanto independiente”.(19)

Los tonos o atmósferas que generan los tipos de letra en las palabras que representan podrían coincidir en distintos —o nulos— grados de correspondencia con el énfasis y la impronta que busca darle quien emite el mensaje. El cuarto experimento sirvió para medir esto. Escribí “¿Dónde Están?”, utilizando la fuente Adobe Garamond y consulté a distintos grupos de personas si les parecía una opción adecuada. La respuesta fue clara, rotunda y contundente: a nadie le pareció idónea. Al parecer la clave está en revisar y tomar en consideración algunos antecedentes que están presentes en el libro, cuando se menciona que los afiches se componían principalmente con fuentes como Helvetica o con letras rotuladas o textos escritos a mano alzada. 

¿Cuál es el tono que representa la rotulación y la mano alzada en la pregunta? Se trata tal vez, de la entonación de la calle y los marginados, del tono de la opresión, la clandestinidad y el dolor. La mano representa la autogestión, aquello hecho a pulso en una lucha común. Podríamos concluir entonces que el dolor se percibe hasta en los tipos de letra. La forma y apariencia de las letras de la pregunta son como deberían ser. El grosor permite que sean visualizadas a distancia, la proporción condensada preserva el impacto y se adecua a la verticalidad del afiche y la irregularidad de sus contornos proviene de sus técnicas de producción: mimeógrafo, hectógrafo, serigrafía y fotocopia.(20) Las tipografías son portadoras de un valor retórico, representan la resistencia, la autogestión y la calle, pasan a formar parte de un todo. Basta con revisar los afiches que enuncian la pregunta, para constatar que la mayor parte del tiempo las letras son grandes, gruesas, comprimidas y con formas irregulares, como un grito en la pared.

Cuando leemos el libro y miramos los afiches, efectivamente contemplamos la tragedia y sentimos el dolor, pero también vemos resistencia, cultura y solidaridad. Esta suerte de dicotomía estremece, porque al mismo tiempo que expresa empatía y esperanza, punza, daña, hiere, como el punctum de Barthes. Podríamos decir que ese mismo dolor visto como negatividad es lo que lo constituye como bello, puesto que, como plantea el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, “la negatividad es la fuerza vivificante de la vida. Constituye también la esencia de lo bello”.(21) Además de resistencia, cultura y solidaridad, en el libro y los afiches vemos empatía, apoyo mutuo, cooperación y colaboración. En los afiches que más se repiten en el libro, en esas fotocopias de tamaño carta aparece siempre una fotografía de un rostro y un nombre, pero la pregunta tiene una particularidad, pues aunque acompañe la foto de una única persona, la pregunta es siempre plural: ¿Dónde Están?

 

(11)Wittgenstein, 327.
(12)Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Afiches. Resistencia, cultura y solidaridad. 1973-1990, 14–15.
(13)Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 14.
(14)Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 14.
(15)Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 19.
(16)Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 19.
(17)Hartmut Stöckl, “Typography: Body and dress of a text – a signing mode between language and image”, Visual Communication, 4(2) (2005): 204–14,https://doi.org/10.1177/1470357205053403.
(18)Sue Walker, Typography & Language in Everyday Life (Routledge, 2014), 1,https://doi.org/10.4324/9781315839332.
(19)Robert Bringhurst, Los elementos del estilo tipográfico (México DF: FCE, 2008), 17.
(20)Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Afiches. Resistencia, cultura y solidaridad. 1973-1990, 30–32.
(21)Byung-Chul Han, La salvación de lo bello (Barcelona: Herder, 2015), cap. Estética del desastre, párr. 12, ePub.

Bibliografía

— Bringhurst, Robert. Los elementos del estilo tipográfico. México DF: FCE, 2008. 

— Chartier, Roger. El mundo como representacion. Estudios sobre historia cultural. Historia Social, 1992. http://www.jstor.org/stable/10.2307/40340281. 

— Chartier, Roger. “Materialidad del texto, textualidad del libro”. Orbis Tertius: revista de teoría y crítica literaria, 11(12) (2006): 1. 

— Han, Byung-Chul. La salvación de lo bello. Barcelona: Herder, 2015. 

— Lackey, Douglas P. “What are the modern classics? The Baruch poll of great philosophy in the twentieth century”. Philosophical Forum, 30(4) (1999): 329–46. https://doi.org/10.1111/0031-806X.00022. 

— Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Afiches. Resistencia, cultura y solidaridad. 1973-1990. Editado por Soledad Aguirre. Santiago: Ocho Libros, 2021. 

— Stöckl, Hartmut. “Typography: Body and dress of a text – a signing mode between language and image”. Visual Communication, 4(2) (2005): 204–14. https://doi.org/10.1177/1470357205053403. 

— Walker, Sue. Typography & Language in Everyday Life. Routledge, 2014. https://doi.org/10.4324/9781315839332. 

— Wittgenstein, Ludwig. Tractatus logico-philosophicus. Investigaciones filosóficas. Madrid: Gredos, 2017.